jueves, 15 de octubre de 2009

MUY BUENAS DESDE A…

Como os tenía prometido, tenía que escribiros a mi llegada a Arabia, y lo hago un poco tarde por que aún me estoy adaptando.

De momento soy un “sin papeles”, pues estoy esperando mi “iquama”, o como se escriba, que es la tarjeta de residente de toda la vida.

Hasta el momento no he visto mucho por aquí, he estado trabajando, conociendo la obra, y saliendo a algún restaurante que otro a comer o cenar, y a alguna embajada que otra a celebrar el día de la Nación… (con cune de España… que pena que no hubiese chanchito…).

De momento solo conozco a la gente de mi trabajo, y me paso el día con Jose, que me está enseñando todo por aquí (gracias, tío, no sé qué sería de mi sin la ayuda de mis amigos), y hemos estado de compras, amueblando su coche nuevo, limpiando en potencia mi casa, llenando la neverita y viendo libros y otros elementos de ocio.

En este país, es mentira que haga calor, eso es una falacia que alguien se invento, hace MÁS CALOR, o mejor dicho, hace todo el calor y el poco que puede pasar la frontera se reparte por el resto del mundo, normalmente en verano (hoy me he bañado en la piscina al aire libre y estaba asándome al sol).

De todas formas, y dado que a lo largo de mi corta estancia en esta isla perdida iré desgranando los tejemanejes de este reino, me limitaré a que toméis conciencia de lo que tendréis que hacer si venís de residentes.

El día que llegué, para desayunar, entre los nervios y tal, solo me tome un cola cao (bueno, vale, nesquiq), y me fui con Jose al trabajo (recordemos que acababa de llegar y no tenía coche).

Cuando llegamos al trabajo, empezó a presentarme a la gente, que si Fulanito, que si Menganito, que si Yusuf, que si Karin, que si yo que se… que nombres más raros para mi corta memoria.

El caso es que no llevaba ni media hora en el trabajo cuando me dijeron que un compañero tenía que irse a hacer los análisis necesarios para hacerte la iquama, y me dijeron que me fuera.

Yo contesté:

- Pero he desayunado.

- No importa, vente.

- ¿Estáis seguros?

- Si, tú vente, que no pasa nada.

Así que me fui con ellos al centro de la ciudad, a una clínica.

Dejamos aparcado el coche a 15 minutos andando del sitio al que íbamos, y empezamos a recorrer las calles, Karin delante, y mi compañero y yo detrás.

Tiendas llenas de olores, de especias, y luego de ropa… nos cruzamos el barrio hindú y pakistaní, hasta que llegamos a una clínica.

En esa clínica no se que le contaron a nuestro guía, pero no le convenció, y nos fuimos a otra clínica, donde primero preguntamos en la recepción. Esperamos un poco, y luego subimos arriba.

Allí había otro mostrador, con varias personas dentro (dos) y varias fuera (unas cuatro o cinco), y tras media hora de espera, en las que nuestro guía no paraba de hablar con los del centro, nos dicen que las fotos que llevamos no valen.

A todo esto, yo había llegado a las 8 a la oficina y ya eran las 10.

Decidimos ir a hacernos unas fotos, y, O GRANDIOSA CASUALIDAD, había una tienda de fotos justo enfrente… no quiero sospechar nada, pero para mí que el dueño de la clínica y de la tienda tienen algo que ver, de hecho, no éramos los únicos que estábamos haciéndonos fotos y que regresamos a la clínica.

En esto fueron rápidos, en unos 10 minutos nos habían hecho las fotos, así que, con las fotos del tamaño necesario, volvimos a la clínica a la planta de arriba.

Tras un rato de papeleo nos prepararon las fichas (y tras soltar unos cuantos billetes, que creo que no eran de a rial la unidad), y pasamos a otra sala.

Como habíamos tardado tanto y los números de las salas estaban en occidental y en islámico, empecé a conocer los números. Ahora ya los reconozco todos.

Bueno, en dicha sala, donde estaba una enfermera, tuvimos que esperar a que rellenara una casilla con una x casi media hora… para que nos dijera que nos fuéramos a otra sala, que raro, esto empezaba a parecerse al juego de la oca, pero cambiando oca por sala, y empezaba a coger complejo de ficha roja…

El caso es que llegamos, y había un chico que nos empezó a atender, pero no se aclaraba, no sabía donde mandarnos, y solo sabia decir que allí no… hasta que llego al que estaba supliendo, y ya nos dijo que si, nos dio dos botecitos de unos siete centímetro de diámetro y cinco de alto, uno con la tapa blanca, y otro con la tapa roja y como una lengüeta pegada a la tapa, y nos dijo:

- Pasad, que os hagan el análisis de sangre.

- ¿Y los botecitos?

- Uno para la orina, y otro para las heces.

Nadie me había dicho nada de heces… y me había vaciado la noche anterior!!!!!!!!!!!!

El caso es que pasé a hacerme el análisis de sangre, eso si, viendo bien que sacaban la jeringuilla y la aguja nuevas… que tal y como estaba aquello, entras sano y sales con los pies por delante.

Tras el análisis me dijeron:

- Adelante, entra en el baño y llena los dos botecitos.

Lo de llenar el de la orina, no tenía mayor problema, dado que aún no padezco de párkinson, y tenía liquido sobrante en mi cuerpo.

El caso es que entré en baño, una placa turca que olía a todo pero a nada bueno, y entre una pared y una tubería una bolsa llena de mierda, de alguien que había pasado antes que yo, y se le había olvidado la compra… por llamarlo de algún modo.

El caso es que, como ya os he dicho, lo primero lo hice rápido, pero lo segundo no quería salir, así que tuve que salirme del baño a ver si cogía aire (dentro intentaba no respirar para no cogerme todas las enfermedades que se pueden trasmitir vía aérea).

Ya que había desayunado, le dije al de la salita que si me podía tomar un café, pero no me dejo… con lo fácil que habría sido de esa forma…

Así que me volví a meter, ahora en la otra letrina (solo había dos), que estaba un poco más limpia, y a sudar y a apretar…. Primero me tiré un pedete, con algo solido por que oí como chocaba contra el agua… cachis en los moros, una oportunidad perdida, tenía que seguir genuflexionado y apretando con el corazón (la tripa estaba tan apretada que mi ombligo se hizo amigo de la espina dorsal, ahora se escriben por internet).

Al final, tras un largo y húmedo sufrimiento (no hacia precisamente frío en ese baño), salió un churrito a escala… que entró de forma amable y sin mancharme las manos en el botecitos, era como el miniyo del señor mojón… pero no me había dado cuenta de algo, no había papel higiénico….. ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh.

Comencé a buscarme en los bolsillos, y, gracias a Alá, tenía un clínex en uno de ellos, estaba un poco usado, pero mejor que nada, si que era… así que me limpié como pude (aunque como no había hecho mucho, tampoco había mucho que limpiar), y les di mi botecito con mis bienes interiores.

Cuando salía el de la salita me llamó, y me dio tres zumos de naranja, y nos fuimos… a otra salita.

En esta salita nos esperaba un médico filipino para hacernos una radiografía, y nada más llegar me dijo que me quitase la camiseta.

Me quité la camiseta, y le dije:

- El colgante también, ¿verdad?

Tras examinar el colgante detenidamente, y la longitud del cordel, lo puso en mi hombro y vio que se sostenía, así que lo dejó así, y me dijo:

- No hace falta, está bien así.

Me puso mirando a la pared, con los brazos en jarras y un deje mariquita, y me dijo, no te muevas… y terminé por fin mi exploración.

Sobre las 12 llegamos de vuelta al trabajo, tras haber atravesado de nuevo los barrios de los zocos indios y pakistanís, y coger un pequeño atasco. Fue llegar e irnos a comer. El resto es otra historia y os la contaré en otro momento.

Un abrazo a todos.