jueves, 11 de febrero de 2010

LA CAFETERA


Hola, querido, dejado a vuestra suerte e incondicional público.

Hace mucho que no os cuento ninguna de mis batallitas (ya voy para mayor, y tengo que contar batallitas para practicar para los hijos que tendrán los hijos que aun no tengo).

Esta vez os quería contar una que pasó aquí, pero que podía haber pasado en cualquier sitio, y que espero que os sirva para aprender a no hacer ciertas cosas como me paso, perdón, le pasó a un amigo mío.

El caso es que todo empezó de una forma normal, pero claro, no todo podía salir perfecto, sino, no tendría nada que contar, claro está.

Yo, es decir, mi amigo, había quedado con unos compañeros de trabajo aquí en Arabia, bueno, mi amigo no vive en Arabia, pero le situaremos aquí, para invitarles a una comida debido a que se había mudado a un piso más grande, y se lo tenía prometido.

La comida empezó de una forma genial, todo el mundo estaba a la hora en la casa, trajeron unos postres, digamos que dátiles, y pasteles morunos, por ejemplo, la comida estaba preparada, y uno de los invitados trajo, perdón, llevó una cafetera italiana y café lavazza, que dicen que es el mejor de Arabia.

Os preguntareis por que llevó una cafetera italiana… pues bien, como todos ustedes saben, el café no queda igual en una cafetera que en otra, y en la cafetera italiana queda mejor que en las de embolo, y, alguno de los comensales, era especialmente exquisito a la hora de tomar café. Estas cafeteras son muy difíciles de encontrar en Arabia, sino imposible, por lo que me habían, perdón, le habían contado a mi amigo.
Como iba contando antes de esta interferencia, la comida prometía ser algo genial y magnífico.

De primero había unas lentejitas, con carne de camello, carne de ternera, zanahorias, pimiento… vamos, menos carne de cerdo, y chorizo, lo que llevan unas lentejas (lo sé porque mi amigo me dio todos estos detalles, no seáis tan suspicaces), que me salieron, digo, le salieron, para chuparse los dedos, y no es por egocentrismo, es que mi amigo me dijo que le salieron de rechupete, yo, ni las probé.

De segundo, preparó unas costillitas de cordero hindú, que no era borrego viejo porque si no habrían tenido un tamaño del doble que tenían, marinadas con zumo de naranja, limón, ajito bien picadito, perejil, aceite y sal, y luego frititas (doy todos estos detalles porque mi amigo es muy tiquismiquis con la cocina…), que nadie tenía hambre, pero no dejaron ni una.

Ya solo faltaban los postres, así que, ¿por qué no hacer un cafelito con helado? (dijo mi amigo).

Solo había un pequeño problema, la cafetera era de dos tazas, y éramos, perdón, eran cuatro los comensales, por lo que tendríamos, perdón, tendrían que hacer el café en dos tandas.

Se hizo la primera tanda de café, y se sirvió, se lavó la cafetera, se rellenó de café, se cerró, y se puso al fuego.

El café tardaba mucho en hacerse, por lo que el dueño de la cafetera y mi amigo, es decir, yo, perdón, mi amigo, empezaron a mosquearse, y uno de los comensales preguntó si se había puesto agua en el compartimento del agua, a lo que mi amigo, es decir.. bueno, el que fuera, dijo, “claro, no soy tonto”, pero aquello seguía sin hacerse.

El tiempo pasaba, pero aquello no sacaba el agua, y de pronto empezaron a aparecer unas ampollitas en toda la superficie de la cafetera, a lo que ya todo el mundo , incluido yo, digo mi amigo, empezaron a creer seriamente que no se había puesto agua en la cafetera, por lo que se procedió a intentar retirar la cafetera del fuego, cosa que se complicó cuando yo, digo mi amigo, se quedó con el asa en la mano, y como el fuego seguía caliente (aquí, digo en Arabia, o donde viva mi amigo, el fuego es eléctrico, y sigue calentando mucho rato después de que se apaga), no dejaban de salir burbujas en la pintura intumescente¿? De la cafetera.

Por fin la retiraron del fuego, y la enfriaron bajo el agua fría… pero ya quedó inservible para los restos, pues, a pesar de que la puse, digo, mi amigo la puso el asa, el calor había sido tanto que había fundido la goma interior, y nunca más se pudo abrir dicha cafetera.

A todo esto, el dueño de la misma, haciendo de tripas corazón, con las lagrimas en los bordes de los ojos y tragando todo el veneno que le había salido al morderse la lengua para no decir nada, siguió sin decir nada, y, simplemente aparentando que había sido un accidente (pero pensando en cómo asesinar sin que nadie se diese cuenta al asesino de su cafetera).

Aquí termino la historia... o no, por que dos días después me fui, digo, mi amigo se fué a Bathja, o como se escriba, a acompañar a otros dos compañeros a cambiar dinero, y, dando una vuelta por dicho barrio, que es barrio pakistaní de Riad, llegaron a la zona de los cacharros de cocina.

Llegados a este punto, y entrando en una tienda de dicho barrio, mirando los cacharros que habían, teteras, tostadoras, etc., vimos, digo, vieron unas cafeteras de dos tazas, similares a la que se había autosoldado mediante calor interno regularmente distribuido para realizar una soldadura homogénea.

Preguntaron el precio de dicha cafetera, y me, digo, le pidieron “x” riales por dicha cafetera que es de marca española, por lo que empezó a charlar con el tendero, y empezó a ver si rebajaban el precio.

Después de un rato de charla, y tras acordar que compraría dos cafeteras en lugar de una, y luego conseguir un pequeño descuento porque una de ellas estaba mínimamente picada en la tapa, pagué, digo, pagó, “y” riales por las dos (no digo el precio por que mi amigo me ha pedido que no lo dijese, pero ahorró un 33 por ciento del importe original por cafetera).

Con mi, digo, su compra en la mano, volvió al compound donde vive, y se encaminó todo feliz, y contento, con su adquisición teóricamente, imposible de comprar en Arabia, a la casa de su compañero (el compañero que había perdido su cafetera en tan dramáticas circunstancias), y tras llamar a la puesta, “ding, dong”, perdón, llamó al timbre, salió mi compañero, perdón de nuevo, su compañero maldiciendo, pues, estaba en pelotas, bueno, con una toalla alrededor de la cintura, pues acababa de ducharse, cagándose en arameo en algún familiar del que llamaba a la puerta… hasta que vio con sus propios ojos el objeto con que le obsequiaban, que, aunque alguno pueda pensar mal, no debería, sino que le obsequiaba con una cafetera para que pudiese seguir despertándose cada mañana con el café hecho con su cafetera italiana.
Bueno, espero que os haya gustado esta historia, e intentaré publicar mas historias en menos tiempo, que últimamente estoy muy perro…

Como colofón, os recomendaré que pongáis alguna planta en vuestras vidas. Eso es otra historia que os contaré espero que en breve.

Un abrazo a todo el mundo que quiero.

P.D.: En serio, que no era yo, que era un amigo, aunque no se lo crea nadie….jejejejejejeje.